La ermita de La Virgen de La Nueva se sitúa en un hermoso paraje entre los pueblos de Solana y La Zarza, en un prado cercado con paredes de piedra.

Su construcción se data en el siglo XV, aunque ha tenido varias reformas y ampliaciones a lo largo del tiempo. Tiene una sola nave, una sacristía adosada y un ábside semicircular en cuyo interior se encuentran el altar mayor y el camarín de la virgen. De la construcción primitiva solamente queda el arco central en piedra con flores de lis en los escudos que hay sobre los sencillos capiteles.

La imagen es una talla gótica de madera policromada, que aparece de pie sosteniendo al niño Jesús con el brazo izquierdo y una manzana con la derecha. La peana sobre la que se apoya es posterior, adornada con nubes y ángeles. Por otro lado, el retablo que alberga la virgen es reformado de estilo barroco. En el ático del mismo, hay una pintura que representa la coronación de la Virgen.

La imagen de la Virgen permanece en la ermita desde el día 14 de agosto hasta el domingo de Resurrección, día en que, por la mañana, regresa a la iglesia parroquial de Solana tras encontrarse a la entrada del pueblo con Cristo resucitado. La fiesta, el día 15 de agosto, reúne en el recinto de la ermita a feligreses de los pueblos de La Zarza, Solana de Ávila y Los Mazalinos.

Para explicar la presencia de esta imagen y también de su advocación - de La Nueva - se fue formando con el tiempo una leyenda, asociada a la Reconquista y la batalla de la Vega del Escobar.

La leyenda cuenta que “en tiempos de Reconquista, siglo X, el rey Ramiro II, acampado en la misma finca donde hoy se ubica la ermita, mandó dos emisarios vestidos de campesinos a investigar cómo estaban los musulmanes de tropas. Éstos, volvieron asustados al descubrir que el enemigo les superaba en número. El caudillo cristiano, con este temor, comenzó a rezar por la noche y pudo ver cómo se le aparecía la Virgen, dándole la buena noticia - Nueva - de la inminente victoria cristiana.

Y así fue, ganaron la batalla y en honor a la Virgen, el rey Ramiro II mandó construir la ermita de la Nueva, en el mismo emplazamiento en el que se ubicaba su campamento.

También cuentan que “los paisanos, no queriendo construir la ermita tan lejos del pueblo, trataron de realizarla en un castañar más cercano. Pero día a día, al regresar a la obra, lo que habían hecho el día anterior, aparecía derruido. Entonces, decidieron hacer guardia por la noche para ver quién era el que destrozaba la construcción. Pero se quedaron dormidos y, cansados, decidieron que lo mejor era hacer la ermita donde el rey había dispuesto. Y allí no volvieron a tener problemas